by MAB | 4 enero, 2020 10:44 am
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Cotiella: atalaya calcárea enclavada entre las comarcas del Sobrarbe y Alta Ribagorza, separando los valles del río Cinca y del río Ésera es un referente importantísimo en nuestro paisaje del Somontano. No se trata del pico más alto, ya que por poco no es tres mil, pero sus 2.912 m siguen siendo mágicos.
Y por eso el pasado 28 de diciembre un grupo de 17 socios de Montañeros de Aragón Barbastro decidió rememorar la gesta realizada el 21 de diciembre de 1969. Aquel día de hace 50 años, algunos miembros del club como: Turmo, Díaz, Satué, Torres, Figuerola, Franco… entre otros, colocaron el primer Belén del club en lo alto del Cotiella.
Tras este primer día, 50 Belenes se han colocado año tras año en diferentes cimas, collados, ermitas y praderas de nuestro Pirineo. Nunca se ha repetido ubicación pero esta vez se trataba de realizar un sentido homenaje a los iniciadores de esta hermosa tradición.
La idea inicial era ascender al pico el sábado 21 de diciembre, para así cumplir con los 50 años exactamente, pero la climatología adversa lo impidió y hubo que posponerlo para el siguiente sábado, lo cual resulto un acierto increíble ya que el tiempo que tuvimos fue extraordinario. Y pese a anunciar unas muy bajas temperaturas en todos los boletines, la predicción no se cumplió y tuvimos un cielo despejadísimo y un sol radiante durante toda la jornada.
Decidimos seguir la misma ruta que ellos habían realizado. Vía directa, exigente y dura que parte del pueblo de Viu hasta alcanzar el refugio de Cullivert (1.464m). Tuvimos suerte y nuestro chofer accedió a subir por la pista, ahorrándonos unos 5 km de pista bastante ascendente.
A las 5:50 arrancaba la “expedición” hacia el Cotiella. Todavía era de noche así que bien abrigados y con los frontales alumbrando el estrecho y poco marcado sendero del bosque comenzamos la andadura por el barranco de las Neiss. Caminamos por su margen izquierda hasta que cuando por fin empezaron a aparecer desmoronados mojones pudimos cruzarlo y emprender un tramo de grandes bloques de piedra que terminaron con una fuerte subida por una pedrera. Casi llevábamos 2 horas cuando paramos a reponer fuerzas, ver amanecer, hacer las primeras fotos y ponernos los crampones (2100m). A partir de aquí todo sería nieve.
Empezamos a ver el collado y la Punta las Neiss, todavía nos quedaba la mitad del desnivel y el esfuerzo hasta ahora realizado empezaba a pasar factura.
Ante nosotros una gran pala de nieve helada que subiríamos poco a poco, con mucho cuidado, piolet en mano y marcando fuertes «z» para ascender con la mayor comodidad posible. Poco a poco nos fuimos tirando hacia la derecha hasta alcanzar la arista más oriental que nos llevaría con un exigente esfuerzo final a alcanzar el Collado de Cotiella (2.764m). Allí, merecida parada. Reagruparnos, comer algo, beber y sobre todo empezar a disfrutar de las maravillosas vistas con las que nos regalará esta excursión.
Nos quedaban los 250 metros últimos, la última pala de Cotiella. Es fácil decirlo ahora, 250 m últimos, pero en ese momento se convirtieron en 250 metros interminables. Cierto es que son más tendidos que lo que hasta ahora habíamos subido, pero el cansancio acumulado por el desnivel y la tensión creada por la pala de hielo superada hicieron que la mayoría del grupo nos lo tomásemos con tranquilidad y piano, piano fuimos ganando altura hasta alcanzar la ansiada cumbre (2.912m). Algunos compañeros ya llevaban 5 minutos disfrutando de la extraordinaria vista de 360 grados que nos ofrece este pico y nos recibieron con aplausos y vítores. Fue emocionante, una vez más, habíamos hollado cima en este gran y mágico coloso de nuestro Pirineo (6h). No importa que sea la primera vez que estás o que repitas por enésima vez, el Cotiella te alegra el alma, te regala la vista, despierta pasiones, crea ilusiones. Es la magia de Cotiella, que ya lo dicen las leyendas.
Y como reza la tradición colocamos el Belén, nos hicimos las fotos de rigor, comimos algo, disfrutamos de las vistas y lo más importante: interiorizamos el momento.
A las 12:30 comenzamos el descenso, el hielo había remitido un poco debido a la buena temperatura de la que disfrutábamos y esto hizo que nuestro descenso fuera más cómodo y seguro. La primera pala no tiene ninguna dificultad así que bajamos alegremente, eso sí, siempre con crampones y piolet. La segunda pala, más inclinada, nos hizo prestar más atención pero el estado de la nieve era excelente y todos descendimos sin ningún problema.
Casi en el mismo lugar que almorzamos por la mañana paramos a quitarnos lo crampones y reponer fuerzas. Nos quedaba volver a pasar por la pendiente de piedra descompuesta, el barranco y llegar al abrevadero del Collado de Cullivert. Pero esta vez, la inocentada del día (hoy 28 de diciembre) fue que, el autobús no pudo subir a buscarnos y nos quedaban por delante 5 km de pista. Este tramo se hace largo pero en su defensa hay que decir que recorre un precioso y frondoso bosque de hayas y avellanos…
Al fin llegamos a Viu, 11h y 54 min invertidos, 16 km, casi 1500m. de desnivel ascendente y más de 1900m. de desnivel bajando. Se puede decir que es un precio moderado para el hermoso reto vivido hoy.
Quien siente la montaña entenderá estas palabras, porque disfruta con nosotros, aunque no comprenda exactamente el por qué.
Gracias a los que organizaron y dirigieron esta excursión, por transmitirnos su pasión e ilusión y su excelente trabajo.
Gracias a los compañeros de grupo porque lo hermoso de ascender una montaña, no es hacer cumbre sino el camino recorrido todos juntos.
Gracias al club y a todos aquellos que no pudieron acompañarnos por estar atentos antes, durante y una vez finalizada la ruta.
Y gracias también a esos jóvenes, ahora ya veteranos montañeros, que hace 50 años se lanzaron a la aventura sin saber lo que con ello iban a provocar.
La crónica no sería completa sin agradecer a Agustín el trabajo realizado para que esta excursión se pudiera realizar y, sobre todo, por el interés, la entrega y la generosidad de su implicación.
Un brindis navideño por nuestros pioneros, por el club y por todos, con el deseo de que el 2020 sea un feliz año montañero.
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