El Belén de la luz
por Pedro Solana
Por fin un poco de sol, por fin un poco de luz; tras salir del congosto de Olvena, camino de Villanova, absorbíamos los oblicuos rayos amarillos sobre las aguas del pantano. Por él se arrastraban escasos jirones blanquecinos. Las pesadas brumas del Somontano daban paso a un cielo ribagorzano limpio como el ojo de un pajarillo cantor.
La comitiva de vehículos sustituía al antiguo autobús rebosante pues la distancia entre los montañeros escribía un guión a respetar. Ascendíamos por el valle del Ésera con la esperanza de poder celebrar un belén robado a las penosas limitaciones de esta pandemia.
Habíamos preparado la excursión diez días antes pisando nieve recién caída pero hoy el suelo estaba seco. El aire fresco se colaba por la fila de excursionistas en un ascenso pausado y empinado. Sólo los bojes guardaban su atuendo verde porque el resto de habitantes de este bosque desnudo lanzaban abrazos ciegos.
Las piedras del camino estuvieron todo el día ocultas bajo un manto de hojas. Los quejigos, avellaneras y plateados abedules habían extendido su cálida alfombra y provocaron resbalones durante toda la jornada. La Naturaleza acoge con su extraordinaria belleza pero deja patente cierta hostilidad, consecuencia de la fiereza con que a veces se manifiesta.
En una hora y media estuvimos junto a la ermita de san Pedro mártir. Ahora era el momento navideño en cuanto las figuritas del belén presidían el portal improvisado sobre una roca.
Poco a poco, los bancos de madera que recuerdan romerías primaverales se llenaron de bullicio y comensales. El bocadillo de rigor daba paso a algún polvorón que otro y la celebración dictada desde su casa por el cura Pedro Escartín tuvo un tono alegre en los labios del presidente José Masgrau. Sólo quedaba entonar el villancico de siempre por un coro de gorros colorados al unísono ya que el alma de la Navidad fundía los corazones de niños y adultos.
Y el detalle singular de la jornada se produjo cuando un viejo conocido del senderismo de nuestro club, Ernesto Delmás, oriundo de Villanova, se ofreció a guiarnos por otro sendero de bajada que dio el toque de calidad para cerrar el círculo de este trayecto dominical. Pudimos admirar desde un mirador las cimas nevadas del pico Gallinero enfrente, el Turbón al lado y los picos del valle de Eriste al un poco más allá.
El viento de norte que azotó estas montañas durante la pasada borrasca se ha asociado a la inversión térmica de estos últimos para menguar los espesores de nieve pero la postal invernal dejó constancia de que la Navidad está aquí.
Cuando entraban los niños de nuevo a Villanova recibieron con sorpresa un bautismo montañero propuesto con los bastones cruzados haciendo un túnel sobre esas cabecitas alocadas por la alegría. Son nuestra esperanza y el futuro del montañismo barbastrense.
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