MARCHA NÓRDICA MAB, DOCE HORAS QUE SE QUEDAN CORTAS
por Pedro Solana
Pocas veces una actividad de Montañeros de Aragón ha durado doce horas. Ha habido excursiones de nueve o diez horas pero en esta ocasión y con motivo de nuestro 75 aniversario hicimos caso a la proposición de Chemari Carrera, el inventor de las 12 horas de Marcha Nórdica Non Stop y la maquinaria de voluntarios MAB se puso en marcha. Desde hace meses unimos fuerzas y movilizamos toda esta sección que capitanea Leles Fábregas, excelente capitana, dicho sea de paso.
Hasta el tiempo se alió el sábado 23 de marzo con nuestros anhelos y favoreció una mañana que comenzaba soleada y con calorcito en el incomparable escenario de la Bodega Fábregas. Las mesas de inscripciones, de cesión de bastones, de entrega de credenciales y bolsas de corredor….Todo empezó a llenarse de marchadores que viniendo de muchos lugares comenzaban a impacientarse porque todo comenzara a las once en punto.
Un nutrido grupo se puso en marcha hacia la montaña del Pueyo. Sí, esta vez nuestro punto de partida y nuestro destino final tenía que ser Barbastro, sus campos y su montaña del Pueyo se convertían en el mejor decorado primaveral. El trayecto estuvo flanqueado por ribetes de un amarillo chillón pues las aliagas incluso perfumaban el ambiente además de colorear el escenario. La pista de fuerte ascenso al principio, a partir de la carrasca Gómez mudaba a un caminito suave en el que ya se abrían las flores azules de lirios que en pocos días competirán con las aliagas. Pasaban casi inadvertidas las bellísimas oliveras y almendreras pues los ojos de los marchadores sentían la relajación de unos campos de cebada de un verde tan intenso que invitaba a sentarse o estirarse sobre el tapete de la mejor alfombra.
La primera vuelta fue para descubrir, para tantear, pero una vez girados hacia el descenso del camino de los canónigos veíamos con gusto que las sombras del arbolado de carrascas favorecían unas suaves temperaturas para templar los ánimos aún con la aceleración de zancadas en el descenso.
Tras esta primera incursión se sucedieron muchas otras, algunas cronometradas y como sugerí en el título, la hora de comer apareció repentina, la mañana había volado y daba paso a una tarde con talleres de estiramientos, de perfeccionamiento en la progresión y coordinación sin olvidar los medios telemáticos de orientación, muchos tuvimos el gusto de repetir circuito en el que apareció la brisa de norte que refrescaba tanto como para hacer olvidar el resol de la tarde. Definitivamente iba a ser un sábado de primavera temprana, templada y suave.
Los 150 inscritos en el evento poblaron los rincones de la bodega y a las siete pudimos aplaudir a los premiados por muchas cosas, por ser el más joven, por ser el más mayor o el más rápido… pero creo que todos nos sentimos premiados por una jornada tan hermosa de hermanamiento y complicidad. Es como si los bastones de esta Marcha Nórdica se entrelazaran para hacernos a todos eslabones para una cadena robusta, de un acero especial.
La gastroneta sirvió para cenar una hamburguesa muy buena a las ocho en punto y a las nueve, bajo la luz de la luna, los más valientes se atrevieron a poner un colofón de aventura con otra vuelta al circuito en estas doce horas que se pasaron en un “pis pas”.
Por último, un domingo 24 de dulce postre fue aprovechado para el turismo por el Museo Diocesano , las catas de la Bodega Fábregas y El paseo por las pasarelas de Alquézar.
Pocas veces se había disfrutado tanto de Barbastro y el Somontano.
¿Será la única vez?.
Ya veremos….porque con tan buenos escenarios se suele decir: ¡Que siga la fiesta…!
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