Historia de Montañeros de Aragón de Barbastro
Back to homepageRefugio de Estós: 25 de julio de 1949, día de la Fundación del Club
Aunque alejada por más de medio siglo, los Montañeros no olvidamos la fecha del 25 de julio de 1949, en la que reunidos con las autoridades deportivas del momento, en la inauguración del primitivo Refugio de Estós, en el Valle de Benasque, se planteó la creación de un nuevo grupo de montaña y escalada en Barbastro, inspirado en las mejores tradiciones pirineistas. Acertada y novedosa decisión resultó ser la de acogerse al gentilicio «Montañeros de Aragón», ya existente en Zaragoza. Testigos de aquel acto fueron nombres tan inolvidables como Delgado Úbeda, Folliot, María por la FEM, Raymond Despouy por el GPHM, el coronel Villar por la EMM y los anfitriones zaragozanos, Tomás, Ramón y Sicart de Montañeros de Aragón.
Ni que decir tiene que Montañeros recogía el espíritu de los antiguos exploradores y grupos de peñas «sport», activos desde 1880 en el Somontano. El Club, bajo la incansable batuta de Luis Paúl pronto entabló relaciones con las vanguardias pirineístas del otro lado de la frontera como Debéis, Santé, Bacarise, Minvielle, Ollivier, etc., intentando incluso la fundación de una nunca lograda federación «franco-española».
La primera prueba de fuego fue el Campamento Internacional de Alta Montaña celebrado en las praderas de Ordesa en 1953.
Luego se sucederían periódicamente los multitudinarios Campamentos Nacionales en Viadós, Vallibierna y Tabernés, dando a conocer de esta forma, las mejores perlas escondidas de nuestro Pirineo.
Durante decenios se ha podido seguir la trayectoria ascendente de esta agrupación deportiva en cuyo desarrollo han participado miles de socios y un elenco de inolvidables presidentes que todavía podemos contar con los dedos de una mano: Paúl, Lacoma, Broto, Torres y Masgrau.
No olvidamos la presencia del Club o de sus socios en importantes gestas. Desde la ya lejana participación de la primera expedición española al Annapurna (Anglada, 1974) a la muy reciente conquista del Everets (Diego, 2006) se han sucedido hazañas como las expediciones al Nanga Parbat, Shisha-Pangma, Cho Oyu y Manaslu, o las escaladas de gran dificultad en el hielo patagónico del malogrado Pepe Cháverri.
Tiene algo de fenómeno sociológico que en una ciudad de diecisiete mil habitantes, Montañeros de Aragón cuente con más de mil cuatrocientos socios, proporción tan inalcanzable como envidiable para muchas ciudades grandes o pequeñas de todo el Estado.
Medio siglo de esfuerzos, siempre desinteresados, han completado un enorme catálogo de actividades, cursillos, expediciones, campamentos, jornadas…. Un calendario jalonado con fechas tan entrañables, como las dedicadas en 1956 a la entronización de la Virgen del Pilar en el Aneto, o la más reciente del año 2006 con la celebración de la Marcha Nacional de montañeros veteranos, que reunió a más de 1200 montañeros de España, Francia y Portugal.
Otras fechas, mucho más dolorosas, fueron las marcadas por la desaparición en plena montaña de alpinistas y amigos siempre recordados.
En Montañeros una tarea siempre obligada’ fue la de «hacer Barbastro». Conseguir que el nombre de Barbastro, como referencia del país pirenaico, sonara con fuerza en los foros deportivos y turísticos más prestigiosos. Multitud de guiones en las incipientes emisoras de radio de los años cincuenta y de páginas en periódicos como El Cruzado Aragonés o el Noticiero Universal de Barcelona han dado paso más recientemente a cientos de reportajes, producidos por el Club para el Canal 25 de televisión.
Una de las capacidades más curiosas de Montañeros ha dio la de saber innovar abriéndose con prontitud a los deportes tan evolutivos como el esquí de montaña, el barranquismo, senderismo o la promoción de instalaciones deportivas, refugios, escuelas, rocódromos, etc. Nuevos espacios y multitud de especialidades que una vez introducidas y adapatadas han sido aprovechadas por la iniciativa turística privada, generando un jugoso valor añadido para los habitantes y profesionales del entorno.
Barbastro, esa «bonita ciudad del Somontano junto al Pirineo», como se la definía en los ambientes montañeros, se siente orgullosa de su Club. La continuada y sucesiva labor de los cinco presidentes, de su larga lista de directivos, de su numeroso y entusiasta cuerpo social, ha marcado una poderosa huella en la historia deportiva del montañismo aragonés.
Joaquín Torres Borruel